¿Seguimos siendo monos o hemos evolucionado?
Nunca os habéis planteado el porqué de las cosas, el valor que puedan tener o dejar de tener la tradición, la cultura y lo absurdo de hacer las cosas porque así es como se han hecho toda la vida. Nunca os habéis planteado si de verdad nos hemos distanciado tanto del mono.
Cada uno de nosotros tiene una forma de enfocar la vida, condicionada por todo lo que hemos vivido: por nuestro entorno, por nuestros amigos, por nuestra pareja, nuestra familia y un largo etc. Sin embargo, en muchas ocasiones hay un pequeño momento de lucidez en nuestras vidas en las que atisbando en la distancia nos damos cuenta de que no necesariamente las cosas que nos han enseñado y que hacemos porque siempre han sido así son las correctas o las que más felices nos hacen.
Generalmente la mayoría de personas cuando nos encontramos ante estos dilemas nos paramos a pensar en ellos durante una milésima de segundo y a continuación continuamos haciendo lo mismo que hemos hecho durante toda la vida. Es más cómodo no pensar en estas cosas. Es más cómodo echarle la culpa a otro, a la familia, a la pareja, al gobierno y a la vida en general.
Y llega un punto en el cual pasamos a hacer las cosas por mera tradición, por mera inercia y actividades en las cuales encontrábamos sentido y placer dejan de tenerlo y las continuamos haciendo a pesar de que ya no nos reporten los beneficios que nos reportaban. Sabemos que debemos dar un cambio, que lo que antes funcionaba ya no funciona y que lo que todo el mundo hace no acaba de encajar con nosotros.
En un mundo con millones y millones de seres humanos es absurdo pensar que todos debemos seguir haciendo las cosas porque siempre se han hecho así o porque los demás lo hagan. Hazte preguntas de porque haces las cosas. La tradición puede ser una trampa mortal.
Y date cuenta.
Date cuenta de que actuamos basados por inercia, que actuamos prediseñados y pregúntate si de esta forma el ser humano es realmente libre. ¿Bebes alcohol en fiestas porque te gusta o porque todo el mundo lo hace?, ¿tu religión, tu elección de estudios, tus ideas políticas, se deben a lo que realmente crees o se basan en lo que deberías creer?
La respuesta obvia que les surge a algunos respecto a todos estos dilemas es que lógicamente si las cosas se hacen de una determinada forma es por algo. Resultaría absurdo que millones y millones de personas se equivocasen sin motivo alguno. Pero aquí nos encontramos con una de las trampas más grandes del ser humano. La trampa de la tradición se resume a indicar que, si algo se hace de manera generalizada, es decir por tradición se debe a que funciona y es correcto.
Esta frase es correcta con un matiz.
La tradición que se sigue a día de hoy puede o puede no ser correcta. Hay dos verdades al respecto de esto:
La primera es que esta tradición seguida ciegamente independientemente de la lógica que tenga hoy en día muy posiblemente tuvo lógica en el momento en que se instauro.
La segunda es que esto no significa ni mucho menos que lo que fue valido en un determinado momento y con determinados condicionantes lo sea para este momento, para todas las personas y en todas las circunstancias.
Siempre he sido partidario de los ejemplos para explicar las teorías, así que aquí van uno que espero que haga reflexionar al lector.
Hace un tiempo, un grupo de científicos utilizo para la realización de un experimento psicológico a 6 monos, una escalera y un racimo de plátanos. Coloco en mitad de una jaula colgando del techo el racimo de plátanos y justo debajo una escalera, siendo esta la única forma de acceder a los plátanos para los monos.
Cada vez que uno de los 6 monos intentaba subir por la escalera para coger los plátanos los científicos rociaban con una manguera de agua helada al mono que se había acercado a coger los plátanos y a los otros 5 monos que ninguna acción habían realizado. Esta actuación se fue repitiendo paulatinamente hasta que finalmente cada vez que uno de los monos se acercaba tan siquiera a la escalera eran el resto de monos los que a golpes le impedían que se acercase, debido a que asociaban el acercarse a la escalera con recibir una buena ducha de agua helada y no creían que esto fuera muy agradable.
Llegados a este punto los científicos sacaron de la jaula a uno de los 6 monos e introdujeron a un nuevo mono. Este lógicamente se acercó a la escalera para acceder a los plátanos e ipso facto fue golpeado por los otros 5 monos que temían una ducha helada. El nuevo mono no entendía absolutamente nada ya que no había recibido en ningún momento una ducha fría, pero a base de golpes de los otros monos entiende que no se debe acercar a la escalera.
En ese momento se saca a uno de los 5 monos originales y se sustituye por un nuevo mono. De forma que tenemos a 4 monos originales y 2 que nunca han sido rociados por agua fría. Este último mono se acerca a la escalera y es golpeado por los 5 otros monos, 4 de los cuales temen la ducha fría y (aquí viene lo sorprendente) por el mono que jamás ha recibido una ducha de agua fría pero que, al ser golpeado por el resto de monos las anteriores veces que se acercó a la escalera, sencillamente asocia que la escalera está prohibida y que el castigo de acercarse a la escalera es recibir golpes hasta que se desiste.
Paulatinamente se van sustituyendo todos los monos originales (que han recibido duchas de agua fría), hasta que cuando se sustituye el último mono original los otros 5 monos que jamás han recibido una ducha de agua fría vapulean a este último nuevo mono al intentar acercarse a la escalera.
Nos encontramos con la tesitura de tenemos a un grupo de monos que golpearán a cualquier mono que se acerque a la escalera, y que nunca han recibido una ducha de agua fría. Se ha establecido la regla “está prohibido acercarse a la escalera y quien se acerque recibirá una paliza por el resto del grupo”.
Si pudiésemos preguntarle a alguno de estos monos por qué golpea a cualquiera que se acerque la escalera, posiblemente responderían algo que tristemente a muchos nos es conocido, algo así como:
“No sé, así es como siempre han ido las cosas aquí”.
El mismo debate podemos aplicarlo a la educación escolar, damos una serie de asignaturas de un cierto modo porque siempre se ha hecho así, porque los demás así lo hacen o porque realmente creemos que es el mejor sistema educativo. La pregunta no es sencilla, pero conviene hacérsela.
No pretendo plantear una crítica al sistema educativo actual, pero si al inmovilismo y a la falta de innovación tan necesaria en un sector tan cambiante como la educación. Sentémonos y pensemos, ¿realmente hacemos lo que hacemos porque es útil? ¿O porque es lo más eficiente y efectivo? ¿Recibiremos una ducha de agua fría, o ya no existe esa agua fría y el sistema ha quedado obsoleto?
Y tú, ¿por qué haces las cosas, vistes así porque te gusta o sigues modas, tienes WhatsApp porque te es útil o porque todos lo tienen, tienes una relación porque el resto de gente a tu alrededor la tiene, te gusta realmente el deporte que practicas o lo haces porque así lo hacías con 8 años…?
El mundo necesita que pensemos y reflexionemos. Que escuchemos a esos pequeños momentos de duda que me atreveré a llamar de libertad, y nos atrevamos a realizar las cosas de una forma más útil, más auténtica, que nos atrevamos a innovar a crecer y evolucionar.
Ya lo dijo Einstein, “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”.