Meditación. ¿Herramienta útil?
Desde hace siglos se lleva desarrollando la idea de que el ser humano tiene más de una sola dimensión, el tema del Mindfullness y la meditación tan de moda actualmente no ha sido inventado en este siglo, ni en los 5 pasados, tan solo se ha comercializado en estos tiempos. La concepción de que el ser humano trasciende más allá de su mente y de su cuerpo es algo totalmente dicotómico, o crees en ello o piensas que es una total absurdez.
Algunos de nosotros pensamos que el ser humano trasciende más allá de lo tangible, y como ya se ha dicho alguna que otra vez “no solo de pan vive el hombre”, es decir para que un ser humano pueda completarse y sentirse realizado debe obtener recompensas más allá de las materiales y las socialmente aceptadas.
Por el contrario, otra parte de la humanidad opina que esto no dejan de ser cuentos y tonterías, y que de alguna forma el ser humano responde a sus impulsos genéticamente diseñados, tan sencillos como alejarse de aquello que le desagrada e intentar acercarse a aquello que le proporciona mayor placer.
En este artículo me gustaría concentrar la atención en la idea de la meditación y los mitos y realidades que se aglomeran alrededor de esta práctica. Desde hace aproximadamente unos seis meses intento meditar unos 10 minutos al día con diversas técnicas ya desarrolladas hace siglos, y la verdad es que otra cosa no, pero es interesante.
Cuando hablamos de meditación lo primero que nos viene a la mente es a un monje semidesnudo en alguna montaña elevada del Himalaya, monjes que son capaces de no comer en semanas y que la leyenda cuenta que hasta pueden levitar. Seres humanos que se dedican en alma y cuerpo a la meditación y que la entienden como forma de vida y no como una herramienta.
La introducción que yo pretendo dar no es ni mucho menos equiparable al tipo de meditación excepcional, mística y repleta de halos mágicos que algunos seres humanos practican. La meditación que pretendo analizar e intentar desmitificar es una herramienta para llevar a cabo una vida más relajada, menos estresada y más positiva.
Respecto a los mitos que puedo con mi poca experiencia desmitificar son tanto aquellos que indican que la meditación es sencilla como aquellos que indican que es una experiencia totalmente imposible y que solo unos pocos monjes privilegiados pueden realizar.
Ni una cosa ni la otra, la meditación puede ser adoptada por cualquiera, pero no es sencilla.
Si me pongo personal podría decirse que muchas de las personas que conozco se quedarían perplejas al indicarles que medito con frecuencia y que soy un firme partidario de esta, ya que de alguna forma no respondo al arquetipo establecido con la meditación. Ni soy un monje, ni un asceta ni visto con toga. Hago deporte, estudio, soy músico e intento salir lo máximo posible con mis amistades.
Por tanto, este es el primer mito que hay que eliminar, la meditación no es una práctica necesariamente asociada con ninguna religión, ni con ningún tipo de personalidad, es sencillamente una herramienta que puede o no, llevarnos a disfrutar una vida más plena.
El segundo mito que pretendo desmontar es el que nos indica que la meditación nos va a producir unos resultados mágicos e espirituales indescriptibles y convertirnos rápidamente en ascetas solitarios. Totalmente lo contrario, la meditación al menos en mi caso me ha ayudado a relajarme más, a ser más eficiente en mi trabajo, a concentrarme mejor a tratar de eliminar negatividad y pensamientos repetitivos de mi cabeza cuando más necesario es. Pero no ha conseguido hacer que levite, ni mucho menos.
¿Nunca os habéis encontrado en una situación en la que un pensamiento se os atasca en la cabeza?
Si os ha pasado coincidiereis conmigo que a pesar de que dicho pensamiento sea positivo al final acaba siendo molesto estar las 24 horas del día pensando en exactamente lo mismo. No hay nada que fatigue más al ser humano. Y en aquellos determinados casos en los que el pensamiento es negativo, estaréis conmigo de acuerdo en el tormento que esto puede suponer.
De hecho, la eliminación de este atascamiento de pensamientos es una de las herramientas más útiles que genera la meditación. Aprendes a tomar perspectiva, a relajarte y sobre todo a darte cuenta de que es lo más incordia tu mente. Y de esa forma ordenas tus prioridades.
Si lo que el lector entiende por meditación es ver dragones, círculos concéntricos y sentirse cargado de energía mística, entender a los animales o levitar, lo mejor es que directamente ni lo intente, que ni tan siquiera se le pase por la cabeza empezar.
Si por el contrario piensa que es una grandísima gilipollez le invito a intentarlo, aunque sean 10 minutos diarios durante una semana. De esta forma se rompe la duda.
La vida es lo suficientemente breve como para que nos planteemos probar las máximas cosas posibles que potencialmente puedan mejorar nuestra vida. El gran pero de probar cosas nuevas es el coste que estas suponen, evidentemente hay que barajar lo que nos va a costar probar cosas nuevas tanto en dinero, como en tiempo como en coste de oportunidad.
La meditación representa un coste ínfimo en la vida de cualquier ser humano ya que, de alguna forma, ni cuesta dinero (hay muchísimas aplicaciones para principiantes gratuitas como por ejemplo la que yo utilizo: “Calm”), ni cuesta mucho tiempo, lo dicho son tan solo 10 minutos al día a lo sumo. Incluso se recomienda empezar con 5 minutos.
Como conclusión plantear que no perdemos absolutamente nada en comprobar si la meditación puede ayudarnos en nuestra vida laboral, en nuestros estudios y en nuestra vida social, si de alguna forma acaba siendo una actividad no apta para nosotros habremos perdido menos de 80 minutos a la semana, mucho menos de lo que perdemos en la utilización de Facebook al día.
Os invito a aventuraros, a comprobar de verdad si las cosas son tan sencillas como las pintan en la sociedad o si por el contrario lo que pensábamos que solo era para hippies y budistas nos puede resultar útil.
Pensad, comprobad, reflexionad y decidid si continuar.
No os detengáis en la opinión imperante, y menos todavía en aquello que no conlleva peligro alguno por probarlo.