¿Asesinato de la Naturaleza o Suicidio de la Humanidad?
Es curioso plantearnos que no somos los únicos que habitamos la tierra. La mayoría de las veces estamos tan pendientes de nosotros mismos que nos olvidamos que formamos parte de algo más grande, que vivimos inmersos en un planeta que no necesariamente nos ha de pertenecer. Aunque nos pueda parecer indiscutible que el planeta está única y exclusivamente para servirnos, si nos paramos a pensar detenidamente nosotros no fuimos los primeros en pisar este hogar que llamamos Tierra.
Antes de nosotros hubo vida, hubo vida no humana, y sinceramente aunque pueda pecar de tendencioso en muchos aspectos considero que al planeta le iba bastante mejor sin nosotros. La naturaleza en su vertiente caótica y con su curioso sentido de la justicia evolucionaba sin ningún tipo de impedimento, especies se extinguían, especies proliferaban, pero todo al amparo de las normas dictadas por la naturaleza.
No había ningún agente que interviniese aparte de los elementos, no había ningún tipo de intromisión externa al dictado de las glaciaciones, externa a la furia de los maremotos, ajena a los volcanes. Si nos paramos a pensar esta forma de desarrollo de vida en nuestro planeta puede parecer despiadada, pero es justa, es igual para todos y no para los más fuertes o los más débiles.
Las catástrofes naturales se llevaban igualmente al poderoso y al débil, y si el lector no está de acuerdo tiene numerosos museos de historia natural donde puede en primer lugar comprobar el poderío de ciertos dinosaurios, y en segundo lugar comprobar como la naturaleza los erradico sin piedad alguna.
Todo se guiaba por la voluntad del propio planeta.
Es cierto que en casos menos drásticos pudiera ocurrir que las especies más fuertes sobreviviesen y las especies menos poderosas fueran las que perecieran, pero la diferencia con la actualidad es que no había una única especie dominante que provocara a su antojo que el resto de las especies perecieran. No había una especie que generase que de sus propios actos se desencadenaran cuestiones tan sumamente trascendentales como la vida y la muerta del resto de especies.
Pero ahora todo ha cambiado.
Ahora estamos nosotros.
A pesar de los numerosos detractores de la innegable realidad de que la raza humana como especie esta erradicando lenta y cruelmente a los más débiles de nuestro planeta, esto es un hecho totalmente innegable.
Atacamos a los que no pueden defenderse, a los bosques, a los glaciares, a las aves, a los linces ibéricos, a los rinocerontes africanos, a la capa de ozono, al Amazonas. Atacamos justamente a los más débiles a los que no nos van a devolver a tiros que el propio ser humano en algunas ocasiones los asesine como espectáculo.
Llegados a este punto he de indicar que nos encontramos en terreno pantanoso, no pretendo inculcar ideologías pro defensa de la naturaleza y vida animal, sino incitar al lector a pensar.
Concretamente a pensar en dos cuestiones fundamentales.
La primera de ellas versaría sobre si de verdad vamos como a especie que forma parte de la naturaleza ser más felices y vivir en una plenitud mayor si nos aislamos de la propia naturaleza y nos convertimos en algo totalmente ajeno a ella. Es decir, al comportarnos como si estuviéramos por encima de la naturaleza y sintiendo que nada de lo que hacemos está en consonancia con la naturaleza tal vez estemos rompiendo con parte de nuestra esencia y lentamente en el proceso de falsa humanización y civilización que llevemos nos estamos deshumanizando.
Tal vez no, tal vez sea todo lo contrario a lo expuesto anteriormente y tal vez la verdadera naturaleza del ser humano sea establecer sistemas totalmente ajenos a la naturaleza y que choquen con los propios intereses del planeta. Tal vez esta sea realmente nuestra humanización.
El único problema es que en el proceso de averiguar cuál de las dos posiciones es la correcta, tal vez nos encontremos con que ya es demasiado tarde para rectificar y volver atrás.
La segunda cuestión fundamental que me gustaría plantear es una más cruda y que se observa desde un punto de vista más práctico. La cuestión versaría sobre el hecho de que independientemente de cuál es la meta hacia la plenitud del ser humano, en el caso de que elijamos seguir la ruta que choca con los intereses de la naturaleza, que me atrevo a decir que es la que hemos escogido en la actualidad, si podremos o no podremos sobrevivir a esta elección.
Desde mi punto de vista cada árbol de tala irresponsable, cada emisión de C02 que excede a lo que la atmosfera puede soportar, cada copo de nieve de cada glaciar que se derrite es una gota de arena que se lentamente cae en el reloj de arena de la vida de la humanidad.
Cual fumador lentamente nos estamos suicidando.
Por despreciable que fuera destruir paulatinamente el planeta de otros seres vivos, lo nuestro es infinitamente peor e infinitamente más estúpido. Estamos destrozando lentamente nuestro planeta, nos estamos matando.
No es un alegato de minorías extremistas que viven en bosques y solo comen aquello que no provoca sombra.
Es una realidad.
Realidades como estacas, realidades como puños.
En el momento en que la gran mayoría de la comunidad científica se pone de acuerdo en el hecho de que estamos destruyendo el planeta y que no dejaremos planeta a nuestros hijos y nietos tal vez sea porque sea cierto.
Tal vez nunca nos demos cuenta de que el dinero no se puede comer.
Tal vez algún día sí.
La decisión esta en nuestras manos.